sábado, 8 de octubre de 2011

LA VÍA LÁCTEA

EL DESARROLLO DE LA LUZ
LA VÍA LÁCTEA 
Rodney Collin


Estas tres formas –arco, disco y esfera– son aquellas en las cuales tres grandes escalas de
entidades celestes se presentan a la percepción humana.


Dentro del Absoluto podemos considerar, empero, las unidades mayores susceptibles de ser
reconocidas por el hombre. Estas son las nebulosas galácticas, cerca del centro de una de las
cuales, conocida por Vía Láctea, existe nuestro Sistema Solar. Aunque la existencia de otras
nebulosas más allá de la nuestra, el hombre solo la conoció con la erección de los modernos
telescopios, varios centenares de miles están ahora al alcance de su vista y varios cientos de
aquellas han sido claramente observadas.
La apariencia de estas nebulosas, cada una de las cuales se compone de incontables millones
de estrellas, es muy diferente. Algunas parecen lineas de luz, otras con forma de lentes y otras
más son como espirales en las que corrientes de soles parecen brotar desde el centro como lluvia
radiante. Esta variación, sin embargo, se esta de acuerdo en que no es de la nebulosa
misma, sino resultado del ángulo desde el cual la vemos – sea ya desde el borde, ya desde
algo por encima de su plano, o ya mirando directamente desde abajo sobre ellas.
Toda nebulosa, incluso nuestra Via Lactea, tiene de hecho el mismo diseño fundamental. Son,
aparentemente, vastos discos de estrellas, separados cada uno por un infinito de distancia de
los otros, aunque cada uno es tan inmenso que las estrellas que lo forman, por su solo numero,
parecen fluir y discurrir al modo de un gas o un liquido bajo la influencia de alguna gran
fuerza centrifuga. Esta fuerza les imparte un movimiento o forma en espiral, a semejanza de
una tromba en un arenal que imparte movimiento en espiral a la columna de polvo que
levanta.
Es indudable que nuestra Via Lactea posee, también, esta forma centrifuga pero,
naturalmente, solo puede verse desde afuera. Para nosotros, situados dentro de su plano,
aparece como una línea curva o arco de luz en los cielos por encima nuestro. Por contraste,
vemos el Sol como un plano curvo o disco y, del mismo modo, magnificados los planetas.
Mientras que al aproximarnos todavía mas a nuestra escala, lo que podemos explorar de esta
tierra es un sólido curvo o la superficie de una esfera.
Estas tres formas –arco, disco y esfera– son aquellas en las cuales tres grandes escalas de
entidades celestes se presentan a la percepción humana. Evidentemente no son estas las
formas reales de esas entidades, pues sabemos muy bien que, vista desde cualquier otro lugar,
la Via Lactea, por ejemplo, aparecería no como una línea sino, a semejanza de otras galaxias,
como un disco giratorio.
Empero, estas formas aparentes de los mundos celestes son muy interesantes y de
importancia. Porque pueden decirnos mucho, no solo acerca de la estructura del universo sino,
tambien, acerca de la percepción del hombre y, por este medio, acerca de su relación con estos
mundos, y de la relación entre estos.
Ahora bien, la relación entre un sólido curvo, un plano curvo y una línea curva es la relación
entre tres dimensiones y una dimensión. Así se nos puede decir que percibimos la tierra en
tres dimensiones, el Sistema Solar en dos dimensiones y la Via Lactea en una dimensión. A
otras galaxias las percibimos solamente como puntos. En tanto que al Absoluto no lo podemos
percibir en ninguna dimensión – es absolutamente invisible.
Así, esta escala de mundos celestes –Tierra, Sistema Solar, Vía Láctea, la Totalidad de
Galaxias y el Absoluto– presenta a la percepción del hombre una progresión muy especial.
Con cada ascenso en esta escala, se le hace invisible una dimensión. Esta curiosa ‘perdida’ de
una dimensión es aparente aun en niveles que están mas allá de su percepción, pero que
todavia puede imaginar. En relación al Sistema Solar, la Tierra no es más una bola solida sino
una línea de movimiento; en tanto que en relación con la Vía Láctea, la elíptica del Sistema
Solar deja de ser un plano para ser un punto. En cada caso, ‘desaparece’ una dimensión
inferior.
.
Al mismo tiempo, con cada expansión de la escala se agrega una nueva dimensión ‘superior’
– la misma que es tanto inalcanzable como invisible a la entidad menor. De este modo el
hombre, el mismo un sólido y tridimensional –esto es, alto, ancho y grueso– puede trasladarse
por sobre toda la superficie de la tierra, creando la configuración de esta superficie, en su
escala, el mundo tridimensional en que vive. Empero, en la escala de la tierra, esta superficie
deviene únicamente bidimensional, a la que se agrega una nueva tercera dimensión –el grosor
de la tierra– que es incognoscible e impenetrable por el hombre. Puede decirse, así, que la
tercera dimensión de la tierra es una especie diferente y superior de tercera dimensión,
Inconmensurable con la tercera dimensión del hombre.
Es así como en esta gran jerarquía celeste, cada mundo superior parece descartar la dimensión
inferior del mundo que queda por debajo, y agregar una nueva dimensión arriba o mas allá del
alcance de ese mundo. Cada uno de tales mundos completos existe en las tres dimensiones de
espacio, poseyendo empero una dimensión mas que aquel que está debajo y una menos que el
que esta encima. Significa esto que cada mundo es parcialmente invisible para aquellos
mundos mayores y menores que el mismo. Pero, en tanto que es la dimensión inferior del
mundo menor la que desaparece en relación al mayor, es la dimensión superior del mayor la
que es invisible al menor.
Desde nuestro punto de vista, podemos expresar que cuanto mayor es el mundo celeste, tanto

mas de aquel debe ser invisible; mientras que aquellas partes de tales mundos superiores, en
cuanto son visibles al hombre, deben siempre pertenecer a sus dimensiones inferiores o mas
elementales.
Podemos comenzar a comprender mejor, ahora, el significado de esta apariencia linear de la
Vía Láctea. Debe significar que la Vía Láctea real es mayormente invisible. Lo que vemos es
una ilusión de nuestra percepción limitada. El aparente ‘arco de luz’ debe ser un efecto de
nuestro no verla en suficientes dimensiones.
Cuando vemos lineas o círculos aparentes en nuestro derredor ordinario, sabemos bien que
hacer en orden a investigar los cuerpos a que pertenecen. Sea que nos movamos en relación a
ellos, o sea que los movamos en relación a nosotros. Al sentarme a la mesa en una habitación
a oscuras, veo algo que semeja una línea de luz; mas al levantarme para ver más de cerca, la
línea se transforma en un circulo; extiendo mi mano hacia aquello y cojo un objeto que resulta
ser un vaso de vidrio. Antes de que hubiera alzado el vaso solo había sido visible el circulo de
la boca del vaso, revelado por la luz – primero al nivel del ojo y luego, desde arriba. Ahora,
cuando le doy vuelta en mis manos, mi relación cambiante con aquel en el espacio y el
tiempo, revela que no es ni una línea ni un disco, sino un cuerpo solido dotado de toda clase
de propiedades y que contiene una interesante bebida.
Esto no podemos hacer en relación con la Vía Láctea ni con otras galaxias. En su escala no
podemos cambiar ni en un punto nuestra posición, sea en el espacio sea en el tiempo. En
relación a aquella somos puntos fijos y no hay modo de alterar nuestra visión de las mismas.
Aun los movimientos de la Tierra y el Sol no producen un cambio perceptible en el punto de
vista del hombre en millares de años; mientras que esos milenios, comparados con la edad de
las galaxias, no tienen duración alguna. Es como si estuviéramos condenados por toda la vida
a ver solamente el anillo del vaso. E, igualmente, podemos suponer que esto es nada más que
un anillo o sección transversal de la galaxia que ven los hombres, y que siempre deben ver
con su percepción corpórea.
¿Cuál podría ser la naturaleza real de la Vía Láctea y la de su relación con otras galaxias?
¿Qué es en sí misma una nebulosa? Estaríamos perdidos a no ser por el hecho de que la
Relación entre los mundos celestes, la Tierra, el Sistema Solar y la Vía Láctea, deben tener
paralelos exactos en los mundos inferiores de electrones, moléculas y células. Pues esta
relación entre mundos interpenetrantes es por sí misma una constante cósmica, que puede
verificarse tanto arriba como abajo. En su propia escala –revelada por el microscopio– una
Célula es un organismo solido tridimensional, pero para el hombre es solo un punto
inmensurable. Es así como, entre los mundos micro cósmico, se puede observar las mismas
adición y substracción de dimensiones. Pero con esta diferencia – que en este caso la
naturaleza y el ser del mundo superior, su relación con y el poder sobre los mundos inferiores
dentro de el, pueden conocerse y estudiarse. Porque ese mundo superior es el hombre mismo.
Ahora bien, la situación de nuestro Sistema Solar dentro de la Vía Láctea es casi exactamente
la misma de una célula sanguínea dentro del cuerpo humano. Un corpúsculo blanco se
compone, también, de un núcleo o sol, su citoplasma o esfera de influencia; y este, también,
esta rodeado por todos lados por incontables millones de células semejantes o sistemas,
formando el todo un gran ser cuya naturaleza seria, para la célula, difícilmente susceptible de
concebirla.
Si, esto no obstante, comparamos el cuerpo humano a algún gran cuerpo de la Vía Láctea y
una célula de esta con nuestro Sistema Solar y queremos encontrar un punto de vista
comparable al de un astrónomo humano en la tierra, deberíamos esforzarnos por imaginar la
percepción de algo semejante a un electrón de una molécula de la célula. .Que podría conocer
tal electrón acerca del cuerpo humano? Que, en verdad, conocería acerca de su célula o aun de
su molécula? Tales organismos serian tan vastos, sutiles, eternos y omnipotentes en relación a
El, que su verdadero significado estaría muy lejos de su comprensión, Empero, no hay duda
Que el electrón percibiría algo de su universo ambiente; y, aunque esta impresión estaría muy
Lejos de la realidad, es interesante para nosotros imaginarla.
Pues estos electrones, por la profunda insignificancia de su tamaño y duración serian,
También, como los hombres dentro de la Via Láctea; puntos fijos mono dimensionales,
incapaces de cambiar la visión de su universo humano ni en el grosor de un cabello. Es cierto
que su célula estaría recorriendo su arteria así como el sol recorre su trayecto en la Vía Láctea
–y que esta célula puede esperarse que realice muchos m lies de circuitos del gran cuerpo en
el curso de su existencia. Mas para el electrón nada significara esto, porque en toda la
duración de su fugaz vida, la célula no habría avanzado ninguna distancia mensurable.
Así pues, como puntos, los electrones mirarían sobre una sección transversal estacionaria del
cuerpo humano, en ángulos rectos a la arteria en la que fue destinada a moverse su célula.
Esta sección transversal constituiría su universo visible o presente. Dentro de este universo se
daria cuenta, primero y sobre todo, del resplandeciente núcleo de su célula, fuente de toda luz
y de toda vida para aquellos y para todo el sistema de mundos en el cual viven, Mirando mas
allá de este sistema, en el cenit –esto es, fuera de su sección transversal y arriba, dentro de la
arteria– nada verían, porque seria aquí donde su célula y su universo marcharían en futuro. Un
espacio igualmente vacio yacería debajo de ellos en el nadir. Porque sería de aquí de donde
habría procedido su universo, o pasado.
Si, esto no obstante, mirasen fuera, siguiendo el plano presente de su universo, verían
Resplandecer por todos los lados con apariencia de ser un anillo brillante formado por un
número infinito de otros núcleos celulares o soles, más o menos distintos del propio. De tener
algun ingenio, podrian comprender que esta apariencia de anillo era una ilusion resultante de
la reducción de la distancia y, en cambio, podrían suponerlo un vasto disco de células de las
que la suya seria apenas una entre muchos millones. Posteriormente, midiendo la densidad de
la nube celular en, los varios puntos del compas, podrían aun calcular que su propia posición
esta cerca del centro o más cerca de uno u otro borde de este disco. En esta forma podrían
localizar su propio sistema dentro de su galaxia. Pues este disco o nube de forma circular seria
su Vía Láctea.
En muchos sentidos, los descubrimientos de los electrones pueden hacer paralelo a los
descubrimientos de los astrónomos humanos y aquellos harían frente a problemas muy
semejantes. A medida que estudiaran la Vía Láctea de otras células y aplicaran métodos
sutiles de medición, podrían, por ejemplo, alcanzar la idea –como lo hicieron los astrónomos
humanos, en circunstancias parecidas – de que todas estas células o soles imperceptiblemente
estaban retirándose. Ante esto los astrónomos humanos llegan a la conclusión de que los soles
de la Vía Láctea fueron creados todos juntos, en una masa de compacta densidad y que, desde
entonces, han estado retirándose al exterior desde el centro, en un disco que constantemente
se dilata y constantemente rarifica. Ellos hablan de un ‘universo en expansión’. Si alcanzaran
los electrones una conclusión análoga con respecto a su universo, por supuesto estarían
describiendo lo que ocurre en una sección transversal del cuerpo humano después de la
adolescencia, cuando dejan de multiplicarse las células pero donde las ya existentes se
extienden, se dilatan y se saturan de agua y de grasa, produciendo el efecto de un cuerpo que
se expande en circunferencia.
Por fin, cuando han agotado la especulación sobre su Vía Láctea, pueden los electrones
descubrir, a inmensurable distancia mas allá de sus límites, pero aun sobre el mismo plano,
delgadas lineas y nubes que parecerían universos semejantes. Esto podríamos reconocer como
la sección transversal de otros cuerpos humanos. Pero para los electrones serian nebulosas
Extra–galácticas.
Pues bien, el estudio de estas distantes nebulosas o universos puede introducir a algunos
curiosos problemas al observador electrónico. Algunos los vería, sencillamente, como lineas
de luz y se daría cuenta que miraba al borde de un disco galáctico semejante al en que se
encuentra el mismo. Sin embargo, otros podrían aparecer como circular o espiral, tal como
nos ocurre con ciertas nebulosas. En este caso supondría que las estaba mirando como alguien
encima o en el futuro podría ver su propio universo.
¿Cómo sería posible tal cosa? Debemos responder, solamente si la percepción de estos
electrones no estaba, de hecho, confinada absolutamente a una dimensión plana. Supongamos
alguna ilusión por la refracción, alguna oscilación ondulatoria, que permitiera a su percepción
abarcar, digamos, solo dos grados por debajo del nivel de su plano. Un ángulo así seria
demasiado pequeño para hacer que se dieran cuenta de algo del pasado, que mereciera
hablarse de él, dentro (le su propio universo. Pero proyectado a una distancia inmensa,
ciertamente sería suficiente para abarcar todo el disco del universo que se encuentra en ángulo
Recto con el suyo; es decir, la sección transversal, pero horizontal, de otro cuerpo humano.
De ser verdadera nuestra analogía lo precedente puede probar la significación del fenómeno
celeste que ante nosotros aparece como Vía Láctea y como muy distantes galaxias.
Representarían secciones de cuerpos inmensos, inconcebibles y eternos para nosotros y de los
cuales nada podríamos decir, excepto que deben existir. ¿Pero es esto verdad? No puede haber
respuesta directa. Solo podemos decir que otra escala de vida, estudiada correctamente, revela
fenómenos estrechamente comparables con aquellos que percibimos en los cielos y los cuales,
ahí, en esa inmensa escala, están mucho mas allá de nuestra comprensión. Y podemos agregar
que, puesto que las leyes naturales deben ser universales y puesto que el hombre no puede por
si mismo inventar un esquema cósmico, la analogía, que muestra la correspondencia entre
diseños creados por tales leyes arriba y abajo, es quizá la única arma intelectual
suficientemente vigorosa para determinados problemas.
Esta puede, en cualquier caso, revelar las relaciones. Así es como al estudiar el electrón en el
cuerpo humano, vemos bien la escala del ser que pugna por apreciar la estructura, tiempo de
vida y propósito de las muchas galaxias, en comparación con el fenómeno de que es testigo.

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