domingo, 28 de febrero de 2010

LOS YOES Y LA UNIDAD

LOS YOES Y LA UNIDAD



Cuando a quien vive bajo esta presión constante de la vida contemporánea
se le pide que vuelva hacia si mismo su mirada mental, por lo general responde
que no tiene tiempo para entregarse a un tal ejercicio. Si se le insiste y asiente,
en la mayoría de los casos dirá que no ve nada. Niebla. Oscuridad. En algunos
raros casos el observador informara que percibe algo que no sabría definir,
porque ese algo cambia todo el tiempo.
Esta última observación es correcta. En efecto, todo cambia en nosotros
y a cada instante. Basta el menor choque exterior —agradable o desagradable,
felíz o desgraciado— para que nuestro contenido interior tome un nuevo
aspecto.
Si continuamos la observación interior sin tomar partida, esta introspección
nos permite constatar muy pronto y no sin sorpresa que nuestro Yo, del
cual estamos habitualmente tan orgullosos, no es siempre igual a si mismo:
cambia.
Luego la impresión se define; comenzamos a notar que en realidad no
vive en nosotros un hombre único sino varios, cada uno con sus propios gustos,
sus aspiraciones propias y persiguiendo sus propios fines. De pronto descubrimos
en nosotros un mundo lleno de vida y de colores que hasta ayer ignorábamos
casi por completo.
De continuar la experiencia, pronto distinguiremos tres corrientes en
esa vida en perpetuo movimiento: la de la vida, por asi decir vegetal, de los
instintos; la de la vida animal de los sentimientos y, finalmente, la corriente de
la vida propiamente humana, caracterizada por el pensamiento y la palabra.
Algo asi como si en nosotros existiesen tres personas. Pero donde todo esta
entremezclado de una extraña manera.
Podemos apreciar entonces el valor de la OBSERVACIÓN DE SI como método
de trabajo practico que permite conocerse y entrar en si mismo. A medida que
progresamos nos damos mas y mas cuenta de la real situación en que nos
encontramos. En definitiva, el contenido interior del hombre es análogo a un
recipiente lleno de limaduras en estado de mezcla por acción mecánica, de modo
tal que cualquier choque sufrido por el recipiente provocara un desplazamiento
de las partículas de limadura. Es así como la vida real escapa al ser humano, a
causa de ese cambio permanente de su vida interior.fig 1
No obstante, como veremos mas adelante, esta insensata y peligrosa
situación puede ser favorablemente modificada. Ello requiere trabajo, esfuerzos
conscientes y sostenidos. La OBSERVACIÓN mantenida incansablemente trae
como consecuencia una sensibilización interior que, a su vez, intensificara la
amplitud y frecuencia de los movimientos en ocasión del desplazamiento de las
partículas de limadura. De esta forma, los choques que antes pasaban desapercibidos
provocaran de ahí en adelante vivas reacciones. Por su continua amplificación, estos movimientos llegaran a producir un frotamiento de tal intensidad entre las partículas de limadura, que un día se podrá sentir el fuego interior encenderse en si.
Fig. 2
No basta una simple llamarada ni basta que el fuego arda bajo las
cenizas. Un fuego vivo, ardiente, una vez encendido debe ser cuidadosamente
mantenido por la voluntad de afinar y cultivar la sensibilidad. Si esto ocurre,
nuestro estado puedē cambiar: el calor de la llama provocara en nosotros la soldadura De ahí en adelante el contenido interior ya no formará un conglomerado
de partículas de limadura; formará un bloque. Los choques sufridos ya no
provocarán en el hombre, como antes, un cambio interior. Alcanzado este
punto, habrá adquirido la firmeza, permanecerá él mismo en medio de las
tempestades de la vida.
Tal es la perspectiva que se abre a quien estudia la ciencia esotérica.
Para alcanzar el estado que se acaba de describir habrá que desembarazarse
desde el comienzo de toda ilusión respecto a sí mismo, por cara que sea, pues,
tolerada al principio, una ilusión de esta índole crecerá sobre la marcha y,
deshacerse de ella, serán necesarios sufrimientos y esfuerzos complementarios.

BORIS MOURAVIEF, Gnosis I